Las siestas largas fueron relacionadas con el síndrome metabólico y con mediadores del estilo de vida.
Por: Isbelia Farías
Por medio de un análisis de datos, un grupo de investigadores encontró que las personas que dormías siestas largas tenían índices de masa corporal (IMC) más altos y, por lo tanto, eran más propensas a tener síndrome metabólico, a diferencia de quienes no toman siestas.
Cabe destacar que el síndrome metabólico comprende un conjunto de trastornos que aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, un derrame cerebral y diabetes, e incluye presión arterial elevada, azúcar en la sangre elevada, exceso de grasa corporal en la cintura y niveles anormales de colesterol.
En muchos países es común tomar una siesta al mediodía, sobre todo para reponerse y continuar la jornada. No obstante, parece existir una relación entre las siestas y la salud metabólica, aunque no se comprende del todo aún.
La siesta y los mediadores del estilo de vida
Este estudio, en una población mediterránea, demuestra que los que dormían mucha siesta tenían un IMC más alto y eran más propensos a tener síndrome metabólico que aquellos que no dormían siesta. Por el contrario, las personas que dormían siestas por poco tiempo tenían menos probabilidades de tener presión arterial sistólica elevada.
Los posibles mediadores del estilo de vida en la asociación entre siestas largas y alteraciones metabólicas son el horario de sueño nocturno, el horario de alimentos, la ingesta de energía en el almuerzo, el tabaquismo y el lugar de la siesta (cama versus sofá).
¿Qué significado tiene esto?
La duración de la siesta puede ser relevante en la práctica clínica para el tratamiento de la obesidad y el síndrome metabólico. No obstante, los resultados requieren estudios para investigar si las siestas cortas son recomendables sobre siestas largas, especialmente en individuos con comportamientos que median la asociación entre siestas largas y obesidad, como comidas y horarios de sueño retrasados, o en aquellos que fuman.
Además, se necesitan estudios para evaluar si una ingesta calórica más baja en el almuerzo disminuye los efectos nocivos de las siestas prolongadas sobre la obesidad y la presión arterial sistólica.
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