La doctora Martín de Pumarejo se ha destacado por dos décadas de misión por la salud pediátrica en la isla.
Testigo de la evolución en la medicina pediátrica de Puerto Rico, heroína para muchos padres que pusieron en sus manos la vida de un neonato por una grave afección y el ejemplo del resto de los médicos del País al crear la conciencia sobre las herramientas necesarias ante una emergencia que amenace la vida de un niño(a).
Así ha sido la carrera de más de tres décadas de la doctora Milagros Martín de Pumarejo, directora de Emergencias Pediátricas del Hospital Pediátrico de Centro Médico, quien se convirtió en una de las voces principales de los cuidados y equipos necesarios para salvarle la vida a partir del 1981.
Martín de Pumarejo fue una de las primeras pediatras puertorriqueñas en certificarse bajo el “board” que se ofrece de Emergencias Pediátricas en los Estados Unidos.
Además, fue quien ocupó la posición de la pediatra y facultativa, doctora Brenda Mirabal, que dirigía la sala de emergencias pediátrica.
“La confianza en que a pesar de que existen muchas enfermedades, un buen historial médico y físico ayuda a determinar la seriedad de la condición, y entonces caí en el otro extremo. Por ejemplo, a mi hija le daba fiebre y para mí con una tylenol bastaba”, rememoró la creadora del primer simposio en Puerto Rico que entrena a médicos en destrezas ante una emergencia pediátrica.
“A veces me reclaman que yo atiendo a todo el mundo, pero a ellos (mis hijos) con dos tylenol yo resolvía. Hemos vivido también la etapa de la vacunación donde habían enfermedades serias que le afectaba a los niños, pero gracias a las vacunas y el buen examen físico, pues lo demás era viral”, relató la clínica que a viva voz expresa el amor por sus dos nietos, hijos de su hija Beatriz Pumarejo.
También es madre de Frank Pumarejo, y ninguno de los dos optó por la carrera en medicina.
“Ahora el siglo 21 es una pediatría que busca prevenir el trauma, antes se combatían patógenos infecciosos como el VIH. Ahora soy una abuela que practica la seguridad en mi casa con mis nietos. No salen a correr bicicleta sin su casco”, declaró.
No obstante, confesó que como pediatra uno de los momentos más difíciles de su carrera fue precisamente el nacimiento de su nieta, quien fue referida al nacer al intensivo neonatal.
“Cuando nació la vi morada y respirando rápido. Ella nació a las 35 semanas. Se la llevaron para la unidad de intensivo neonatal y estuvo entubada. Siempre he sido una mujer de fe y le di el apoyo de mi hija sin que se me reflejara nada en la cara para que mi hija no se me desmoronara”, afirmó.
“Fue un momento bonito también donde la neonatóloga que atendió a mi nieta fue parte del Programa de Residencia Pediatría. Recuerdo que por una puerta entró el cardiólogo, y me dice que iba a ver a una niña que podía tener una condición en los pulmones. Me desgarré, agarré mi nieto y me fui a la capilla a rezar. Yo no dije nada, nadie se enteró de nada”, abundó.
Hoy día la clínica disfruta de que precisamente sus nietos sean la cara de la conciencia en el campo de la pediatría clínica y el manejo adecuado de situaciones que comprometan la salud de estos.
“Esto no es trabajo. Es mi pasión”, concluyó.